Fragmentos para la Valoración del Patrimonio Artístico Regional – Museo de Arte Moderno de Bucaramanga
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Fragmentos para la Valoración del Patrimonio Artístico Regional

Artistas santandereanos en la colección del Museo de Arte Moderno de Bucaramanga, MAMB

Leonardo Caballero Piza

Historiador y Artista Visual. Magíster en Artes, Cultura y Lenguajes

 

Presentación

I. Representaciones del cuerpo

II. Intereses por el paisaje y la naturaleza

III. Apropiación objetual

IV. Figuración abstracta

V. Fotografia documental

VI. Laboratorios de investigación + creación

Cierre y referencias


Debemos hablar aquí del arte abstracto sin circular en repeticiones, teorizando esta corriente de las artes plásticas y visuales. En este apartado de la investigación curatorial podemos establecer dos líneas para la comprensión del arte abstracto en obras de artistas santandereanos de la colección del MAMB: obras que exploran el campo pictórico y piezas que se dimensionan en el plano tridimensional, siendo característico que la primera subdivisión incluye al expresionismo abstracto y al abstraccionismo geométrico, mientras que la segunda serie de obras dialoga con una lo geométrico, lo constructivista y lo concreto como otros lenguajes de la abstracción.

Según el crítico Santiago Londoño Vélez (2001), desde la mitad del siglo XX, el país vivió la llegada de las corrientes y estilos vanguardistas que dominaban el arte en Europa y Estados Unidos, os cuales fueron rápidamente adaptados por los noveles artistas colombianos «insatisfechos con la propuesta indigenista del movimiento Bachué y con el neo costumbrismo académico» (p. 261), alegando uno de los abstraccionistas pioneros en el país, Marco Ospina (1912 – 1983), que el abandono de la representación figurativa respondía a la propia forma de la sociedad moderna (p. 263), como lo señala Londoño (2001). El arte abstracto apareció en Colombia en sus formas originales, pero también influenciado por lo geométrico y lo constructivista, lenguajes abstraccionistas que también circularon por América Latina, ya que muchos artistas de mediados del siglo XX continuaban viajando al antiguo continente en busca de intercambios académicos y artísticos, atendiendo los lineamientos de un arte de vanguardia.

 

Abstractos en clave bidimensional

En una nota periodística sobre la obra de la artista abstracta de Bogotá, Fanny Sanín, la reconocida crítica de arte Marta Traba (1966) hace algunas anotaciones sobre el arte abstracto y el imaginario de los espectadores que asisten a este tipo de arte:

La pintura abstracta se ha concebido siempre y se sigue concibiendo, por la mayoría del público, como la no-figuración. O sea que cuando la gente habla o comenta la pintura abstracta, piensa que no es nada, o que se trata de un juego de tipo geométrico, o simplemente de una negación de lo orgánico, de un desmentido de la realidad (p. 102)

Para Traba, el arte debía ir más allá de la simple idea del arte abstracto como algo vacío y experimental que se arroja al azar y niega el proceso artístico e investigativo detrás de la abstracción de las formas. La preocupación de Marta Traba era hacer entender a los públicos de la capital colombiana que el arte abstracto si tenía una conciencia en su realización, dado que el artista debía jugar de manera orgánica, simétrica y organizada en medio de la explosión de esas formas no figurativas. Traba afirma en la misma nota que en la pintura abstracta las «formas no tienen porque representar ningún paralelo ni establecer ni establecer ninguna comparación con la realidad […]» (1966, 102), son, en cambio, una exploración y acercamiento del ingenio artístico y el dominio plástico y visual del plano a la organicidad requerida por este lenguaje.

Fig. 38. ¨Señales en el cielo¨ Edgar Silva, Serigrafía / papel. 1983.

 

En esta medida, analizaremos cronológicamente las obras de pintura abstracta presentes en la colección del MAMB que dialogan con el propósito de esta investigación curatorial de valoración patrimonial. En este punto, nuestras herramientas de interpretación son la plástica y los juegos que pueden hacer sus títulos con dicha materialidad. En 1982, Edgar Silva (Ocaña, 1944) realizaba ya sus exploraciones pictóricas con el paisaje y la física de la naturaleza, realizando una obra geométrica que, al mismo tiempo, daba la idea de paisajes espaciales o lugares futurísticos, sobre todo si se juzga por el título de su obra: «Señales en el Cielo» (fig. 38). El maestro Mario Hernández Prada (Piedecuesta, 1923), pionero de la abstracción en Santander y docente de generaciones de artistas de la región, presenta un óleo titulado «Acción comunal» (fig. 39), creado en 1985, con el cual expresa un sentido político y un movimiento que simboliza, con explosivos colores cálidos y fríos, la lucha y la revolución popular, como elementos que hacen parte de su compromiso como activista.

Fig. 38. ¨Acción Comunal¨ Mario Hernández Prada, Óleo / tela. 1985.

 

Entrada la última década del siglo XX, la abstracción resiste y continúa en vigencia. Orlando Morales (Socorro, 1945) abre la década con su obra «Forma» (fig. 40), en 1992. Como su nombre lo indica, esta constituye una exploración plenamente geométrica, vincula el minimalismo y usa el acrílico para formar planos de color; los intereses del artista se inclinaban hacia la visualidad material de la obra. El mismo año fue realizada la obra «Formato filosofal No. 2» (fig. 41), de Jorge Mantilla Caballero (Bucaramanga, 1947), en técnica mixta, sobre un plano bidimensional que con su título relaciona las cuestiones y visiones existencialistas del artista, un ejercicio de reflexión filosófica que orientaba la creación y representación de sus formas cercanas a un expresionismo. Al final de la década, en 1999, la obra «Montaña» (fig. 42) de Gerson Corzo muestra una forma de abstracción del paisaje rocoso, como si realizase acercamientos a detalles de la montaña que por su proximidad, limitan la figuración de la montaña, al tiempo que algunos de sus trazos remiten a la pintura rupestre.

 

Fig. 40. ¨Forma¨ Orlando Morales, Acrílico / cartón. 1992.

Fig. 41. ¨Formato filosofal N° 2¨ Jorge Mantilla Caballero, Mixta / tela. 1992.

Fig. 42. ¨Montaña¨ Gerson Corzo, Óleo / tela, tríptico. 1999.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Ya en la primera década del siglo XXI, Pablo Rincón (Bucaramanga, 1973), opta en el año 2000 por un expresionismo que vincula la materialidad del soporte. La pieza pictórica de su autoría escogida para esta selección, de la serie: «Masilla sobre madera» (fig. 43), maneja una rica paleta en tonos blancos y grises con algunas pinceladas frías. La madera tomará importancia en obras posteriores del artista, en la que las huellas dejadas sobre el material evidencian una nueva interacción para pensar la pintura abstracta. A mitad de la década, en el 2005, Amparo Carvajal, habiendo abandonado la representación figurativa del cuerpo humano, reaparece en la esfera artística con una serigrafía, «Sin título» (fig. 44), con la que explora un lenguaje abstracto que juega con la geometría y se acerca al movimiento europeo De Stijl y las obras del artista Piet Mondrian.

Fig. 43. ¨De la serie: Masilla / madera¨ Pablo Rincón. 2000.

 

Fig. 44. ¨Sin título¨ Amparo Carvajal, Serigrafía. 2005.

 

Ya en la década pasada, artistas de anteriores generaciones persisten en el escenario, manteniéndose vigentes a través de la fascinación de pintores santandereanos por la pintura abstracta. En el 2016, una pieza de la serie: «Maraña» (fig. 45), de Augusto Vidal (Bucaramanga, 1950), colocó en la dinámica plástica local una obra que remitía a las pinceladas del artista holandés Willem de Kooning (1904 – 1997), creándose diálogos con figuras pioneras del arte abstracto que hasta hoy son referentes para los artistas locales, puesto que, a diferencia de Kooning, Vidal emplea soportes como papeles y cartones reciclados para su ejercicio pictórico. Al año siguiente, «El tiempo y Yo» (fig. 46), de Jorge Enrique Serrano (Girón, 1955), demuestra el manejo de las veladuras en la técnica de pintura al óleo, un juego de manchas y formas que se estiran en el plano, mostrando su plasticidad y buscando el movimiento. Esta obra hacía parte de una serie titulada «Dualidades», lo que también pone en evidencia el sentido existencialista de la pintura.

¨Fig. 45. ¨De la Serie: MARAÑA¨ Augusto Vidal, Mixta / papel. 2016.

Fig. 46. ¨El tiempo y Yo¨ De la serie: Dualidades Jorge Enrique Serrano, Óleo / tela. 2017.

Fig. 47. ¨Sin título¨ Clemencia Hernández Guillén, Óleo / tela. 2020.

Fig. 48. ¨Danza Espacial¨ Jorge Riveros, Óleo / tela.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

En el año 2020, la artista Clemencia Hernández (Bogotá, 1955), hija del también abstraccionista Mario Hernández Prada, continúa desde su generación apostándole a una pintura que destaca por su propia materialidad y exhibe formas micro orgánicas de apariencia celular que exploran el color sobre un fondo nebuloso y grisáceo. La obra no tiene título (fig. 47) y esta es una señal para que los espectadores interpreten de manera libre su pintura. Las formas de la pintura abstracta de artistas santandereanos en la colección del MAMB es diversa, por lo que queda en incógnita la obra «Danza espacial» (fig. 48), de Jorge Riveros (Ocaña, 1934), de la cual no se tiene información sobre su fecha de creación. Sin embargo, esta responde a las referencias místicas y ancestrales otorgadas en la primera mitad del siglo XX a las obras de artistas latinoamericanos como el cubano Wilfredo Lam (1902 – 1982).

 

Abstraccionismo escultórico

Fig. 49. ¨Sin título¨ Eduardo Ramírez Villamizar, Hierro soldado.

 

La enciclopedia Salvat de Historia del Arte Colombiano también documenta la escultura abstracta desarrollada en Colombia durante los años de 1960 y 1970. El historiador Germán Rubiano Caballero (1977) afirma que la obra de artistas como el pamplonés Eduardo Ramírez Villamizar (Pamplona, 1923 – Bogotá 2004) atendía los requerimientos de un arte internacional, tal vez por sus grandes estructuras metálicas y formas geométricas (p. 1463). Ramírez Villamizar es uno de los representantes de artistas escultores en la región, de un territorio más pictórico que tridimensional, el cual planteó en la esfera nacional de las artes el uso de hierros y metales para la materialización de sus ideas geométricas y puras, como las obras «Sin título» (fig. 49) y «Hexágono» (fig. 50), esta última de 1973. Otras obras de Ramírez Villamizar reposan en la Colección del MAMB, pero estas dos en específico marcan su trayectoria y motivan a otros artistas santandereanos a la producción escultórica abstracta, como es el caso de las piezas de Ricardo Gómez Vanegas (Bucaramanga 1954 – 1995).

Fig. 50. ¨Hexágono¨ Eduardo Ramírez Villamizar, Construcción en aluminio. 1973.

 

Gómez Vanegas emplea el metal oxidado y expuesto a la intemperie, material que también usaría Ramírez Villamizar hacia la década de 1990, cuando estas obras son producidas. Estamos hablando de la serie de «Custodias» (figs. 51 – 53) que el artista realiza en un formato de casi dos metros, cuyas piezas dialogan entre sí como si se tratase de unos árboles. Este nombre también fue usado para otras series escultóricas del artista, en una selva que cuestiona símbolos religiosos y recrea en la escultura significados de experiencias espirituales. Sobre su obra, el crítico de arte José Roca (1995) indicó que la función de su serie de custodias era «cargar simbólicamente la obra al incluirla en el registro de la liturgia, de lo sagrado, induciendo una mirada condicionada por parte del espectador […] en un nivel emocional» (s.p), lo cual confirma las relaciones de un arte abstracto geométrico con la experiencia espiritual.

Fig. 51. ¨De la Serie Custodias: Custodia mayor N° 2¨ Ricardo Gómez Vanegas, Hierro oxidado. 1994.

Fig. 52. ¨De la Serie Custodias: Custodia mayor N°1¨ Ricardo Gómez Vanegas, Hierro oxidado. 1994.

Fig. 53. ¨De la Serie Custodias: Árbol N°2¨ Ricardo Gómez Vanegas, Hierro oxidado. 1994.

 

 

 

 

Fig. 54. ¨Tubos y tuercas¨ Guillermo Spinoza, Hierro soldado y oxidado – escultura.

 

 

 

 

 

 

 

 

Resta en este grupo de escultores del hierro la obra «Tubos y tuercas» (fig. 54) de Guillermo Spinoza (Bucaramanga, 1939 – 2010), la cual repite una misma estructura, generando un efecto óptico entre cada una de sus piezas. Es de recordar que esta pieza forma parte de una serie de composiciones realizadas por el artista, entre las cuales se encuentra la baranda que como estructura asegura a los peatones del Viaducto La Flora en Bucaramanga (Grimaldos, 2019), siendo esta obra una escultura pública inspirada en el movimiento y la reproducción de las formas para obtener una composición orgánica y coherente con su concepto.

Fig. 55. ¨Construcción N°4¨ Pedro Gómez Navas, Emsamblaje (madera, pita y bronce). 1995.

 

Cierran el grupo escultores abstractos, cuyas obras dialogan de maneras menos geométricas con el espacio. La obra de Pedro Gómez Navas (Bucaramanga, 1954) limita entre un arte objetual y una escultura abstracta, siendo esa última posibilidad la que le ubica en esta sección no figurativa. La pieza «Construcción N° 4» (fig. 55) hace referencia en su título a la serialidad y creación de esculturas similares, tal como otros artistas abstractos han enumerado sus trabajos, jugando con la sensibilidad de la madera, opuesta al hierro, y algunos elementos metálicos que cuelgan de su estructura que recuerda la forma de un arco de tiro o un péndulo. Luz Elena Mesa (Bucaramanga, 1956), por su parte, recurre a un bajo relieve en metal que compone formas abstractas que remiten al fuego y la combustión. En tonos ocres, la obra «Sur geográfico» (fig. 56) pone en cuestión la ubicación del propio territorio y el dominio sobre este. El título de la obra remite a ideologías que buscan la independencia epistemológica del norte.

Fig. 56. ¨Sur Geográfico¨ Luz Elena Mesa, Relieve en metal oxidado. 1996.

 

Finalmente, dos artistas de la colección consiguen hablar del paisaje desde el lenguaje tridimensional de la abstracción. Se trata de las obras de Cecilia Ordóñez (Pamplona, 1949) y Ezequiel Alarcón (Bucaramanga, 1949). Al cierre de la década de 1990, Ordóñez busca en formas de la naturaleza patrones de repetición que puedan asociarse a lo orgánico y sus piezas en cerámica apropian ritmos que extrae del paisaje. Así, por ejemplo, «Ananké» (fig. 57) se convierte en una obra viva. La pieza «Paisaje» (fig. 58) de Alarcón es también un ensamblaje que por su título remite a lo que representa con formas geométricas planas que salen de una estructura horizontal y su materialidad es completamente orgánica.

Fig. 57. ¨Ananké¨ Cecilia Ordóñez, Cerámica. 1998.

 

 

Fig. 58. ¨Paisaje¨ Ezequiel Alarcón, Ensamblaje (madera y arcilla, metal y alambre). 2001.

 

El arte abstracto santandereano contado por la colección del MAMB demuestra y sustenta la diversidad de propuestas y presencia de artistas alrededor de prácticas abstraccionistas, que exploran por medio de infinitas materialidades, estrategias plásticas y visuales para conseguir la «no figuración», a veces poética, según el título de las propias piezas. El arte abstracto en la región continúa vigente en la región y resalta la producción de las generaciones pioneras que demuestran su vigencia en la escena artística actual.